Siempre que trabajamos con emprendedores sabemos si su idea saldrá hacia delante, con mayor o menor probabilidad, simplemente por el empuje de la persona que está detrás. Resulta curioso cuando hablas con alguien que quiere emprender un negocio, pero que a la hora de estar reunidos y dirigiendo la conversación hacia donde hay que dirigirla, suele soltar eso de «claro que preferiría tener asegurado un sueldo a final de mes trabajando para otra persona». Vale, su idea, con una alta probabilidad, no saldrá adelante. Por buena que sea la idea y ella o él sean un pedazo de profesionales. Quieren depender.
El «emprendimiento» se enfrenta al «dependimiento». Se emprende para decidir sobre un proceso y un resultado, tanto en una empresa propia, como en una empresa ajena, donde eres un trabajador a sueldo. Si eres emprendedor quieres decidir y si no lo eres, quieres que decidan por ti. Es un estado de opinión, una forma de ser. Y por eso existen los problemas en las empresas (muchas de ellas españolas), donde la gente que quiere decidir sobre una idea, no tiene el recorrido interno para hacerlo y eso genera tensiones difícilmente solucionables.
Bien, si emprendes, es lo que tienes, la posibilidad de decidir y ¿qué conlleva esto? Poder hacer cosas, muchas cosas, porque solo decidiendo, habilitas la posibilidad de hacer y por tanto decidir. ¡oye, que no pasa nada por estar al otro lado!. Simplemente dependes de lo que otros te digan que tienes que hacer.
Lo que al final te llevas cada día a la cama son las veces que has decidido algo. Cuántas más veces decides, multiplicas las posibilidades de conseguir más metas (o sub-metas). Y esto vale para el terreno profesional y el personal, aunque en este último no nos metemos. Nuestra propuesta es que amplíes tus espacios de decisión, por ejemplo:
1. Sobre tu tiempo. Te pueden decir lo que tienes que hacer, pero tu debes decidir los tiempos que dedicas a cada proyecto. Algo que va íntimamente ligado a cómo desarrollarlos, hacerlos.
2. Sobre las acciones de tu día a día laboral. También tu agenda podrá ser una decisión tuya, al menos en un porcentaje concreto, que si te lo propones irá de menos a más. Los jefes pueden ser jefes, pero no son tontos. Si haces tu trabajo y lo haces bien, no se tienen que dar ni cuenta de tu cambio de modelo laboral.
3. Sobre posibles vías de mejora en tu terreno laboral. Te pueden obligar a que hagas una serie de cosas, pero tu decides cómo las tienes que hacer. El enfoque, el formato, etc.
Estaría muy bien que se multiplicasen por dos o por tres el número de emprendedores en este país, seguramente esto multiplicaría por diez el talento y, por tanto, la creatividad empresarial se dispararía. Pero eso entraría en el terreno de lo ideal o diría de la ensoñación y no parece muy adecuado entrar ahí, no soy partidario de ello, pero si que intentar transmitir que no hace falta ser un empresario para emprender, que podemos dejar de depender en pequeños aspectos, pequeños detalles que nos permitan empezar a tomar pequeñas riendas de nuestro día a día.
Pensar que lo que importa es poder hacer todas aquellas cosas que consideremos están bien y si además nos hacen felices, pues mejor que mejor. Tomar decisiones es uno de los ejercicios que nos vuelven adultos y que nos permiten equivo
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