Ya os había comentado que me «habían aceptado» en el Google Camp de Madrid que gestiona tech-hub. Contento, es bestial el nivel de proyectos y de ideas y sobre todo de personas que hay. Y se nota en las conversaciones y en las caras de la peña. Están a lo suyo, curran como animales y se valora y agradece. Es un contagio.
Hoy, al ser uno de mis primeros días me han hecho presentarme. Y lo he hecho después de un tío que lleva tres startups a su espalda, de las cuales una de ellas contative, una aplicación para ver quién te llama, aunque no lo tengas en la agenda. Estos tíos llegaron a registrar 900 millones de teléfonos. Bueno, menudo bajón.
Otros que trabajan sobre la última milla. Un servicio de transporte que te localiza al final del proceso de envío y te hace llegar tu paquete donde tu digas. Otros que envían espárragos con una lata de aceite por si quieres enviar a alguien a freír espárragos (teníais que haber visto la cara de un güiri que ha preguntado: ¿por qué espárragos? Otros que han desarrollado tecnología para embeber un video de youtube en un correo (¿a qué no sabíais que no se podía?).
Mi vecino es un tío que tiene la mesa (bueno lo vais en la foto) apasionadamente cojonuda. Desarrolla pantallas de led más rápidas que las actuales (esas que hay en impresoras, por ejemplo) y me dice que ya las tiene vendidas y que quiere empezar con otra cosa. Otro hacker reconvertido a este lado «no oscuro» para desarrollar temas de seguridad. Y todos en equipo y en cierto silencio. No hay jefes tal y como los tenemos entendidos, pueden tener jerarquía, pero no jefes. Cada uno curra y punto. Y yo en medio, con mi plataforma y esperando conseguir réditos de esta idea. Mi fracaso: ¿no conseguir socios con los que sacar adelante esta idea mía de fitBiz. ¿demasiado enamorado de mi producto? puede que si.Vale, dejemos de llorar.
A lo que iba, estos tíos, porque la proporción es de 10 hombres por cada 2 mujeres (siendo optimista) me están dejando alucinados. Me gusta como hacen y se comportan, las ganas que tienen de cerrar y de abrir, de compartir y de intercambiar. Son rápidos, ágiles y tienen un punto de «ir a lo suyo» que también se contagia.
Este pequeño post como homenaje a esta nueva experiencia del trabajo colaborativo y sobre todo a una gente que trabaja de una forma a la que nos estamos acostumbrados. El arte de hacer y dejar hacer, de abrir y cerrar y de volver a abrir y de compartir y de movilizar grupos, de quedarse parado y de disfrutar con cada minuto del trabajo que se desarrolla. Es curioso que los que somos mayores (mayores de 45 años) estamos más solos que la una, mientras que los más jóvenes van en grupo. Veo que nos quedamos fuera pronto (¡¡qué miedo me dan!! bueno, me dan envidia). Pues nada, que a cerrar que estos «niñatos» me pasan por encima.
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